domingo, 26 de abril de 2009

Canción I de Garcilaso de la Vega


Si a la región desierta, inhabitable,
por el hervor del sol demasïado
y sequedad d’aquella arena ardiente,
o a la que por el hielo congelado
y rigurosa nieve es intractable,
del todo inhabitada de la gente,
por algún accidente
o caso de fortuna desastrada,
me fuésedes llevada,
y supiese que allá vuestra dureza
estaba en su crüeza,
allá os iria a buscar, como perdido,
hasta morir a vuestros pies tendido.
Vuestra soberbia y condición esquiva
acabe ya, pues es tan acabada
la fuerza de en quien ha d’esecutarse;
mirá bien qu’el amor se desagrada
deso, pues quiere qu’el amante viva
y se convierta adó piense salvarse.
El tiempo ha de pasarse,
y de mis males arrepentimiento,
confusión y tormento
sé que os ha de quedar, y esto recelo,
que aun desto yo me duelo:
como en mí vuestros males son d’otra arte,
duélenme en más sensible y terna parte.


Así paso la vida, acrecentando
materia de dolor, a mis sentidos,
como si la que tengo no bastase,
los cuales para todo están perdidos
sino para mostrarme a mí cuál ando.
Pluguiese a Dios que aquesto aprovechase
para que yo pensase
un rato en mi remedio, pues os veo
siempre ir con un deseo
de perseguir al triste y al caído;
yo estoy aquí tendido,
mostrándoos de mi muerte las señales,
y vos viviendo sólo de mis males.

Si aquella amarillez y los sospiros,
salidos sin licencia de su dueño,
si aquel hondo silencio no han podido
un sentimiento grande ni pequeño
mover en vos que baste a convertiros
a siquiera saber que soy nacido,
baste ya haber sufrido
tanto tiempo, a pesar de lo que basto,
que a mí mismo contrasto,
dándome a entender que mi flaqueza
me tiene en la tristeza
en que estoy puesto, y no lo que yo entiendo:
así que con flaqueza me defiendo.

Canción, no has de tener
conmigo que ver más en malo o en bueno;
trátame como ajeno,
que no te faltará de quien lo aprendas.
Si has miedo que m’ofendas,
no quieras hacer más por mi derecho
de lo que hice yo, qu’el mal me he hecho.