Miguel de Unamuno
Hermosos ojos que no veis, topacios
de lumbre muerta, cristalinas lunas,
gemelas tristes, vais por los espacios
tenebrosos mecidas como cunas
de invisibles visiones y de agüeros
de un mundo que marrara. Y de tiniebla
se abren ante vosotros los senderos
que van rompiendo de la luz la niebla.
Hermosos ojos que no veis, se mira
el ángel de la luz en vuestro brillo,
un soplo inmaterial triste suspira,
alza vista sin ojos al castillo
de Dios, y entona luego con su lira
aquel de eterno Amor dulce estribillo.
Hermosos ojos que no veis, topacios
de lumbre muerta, cristalinas lunas,
gemelas tristes, vais por los espacios
tenebrosos mecidas como cunas
de invisibles visiones y de agüeros
de un mundo que marrara. Y de tiniebla
se abren ante vosotros los senderos
que van rompiendo de la luz la niebla.
Hermosos ojos que no veis, se mira
el ángel de la luz en vuestro brillo,
un soplo inmaterial triste suspira,
alza vista sin ojos al castillo
de Dios, y entona luego con su lira
aquel de eterno Amor dulce estribillo.